Esa región diminuta en la que perviven los recuerdos de lo que un día fuímos, proyecta su inmensa sombra sobre todo lo que en la actualidad somos, y se refleja en cada una de nuestras palabras y en cada uno de nuestros actos. Porque es la única verdad que nos habita y nuestra única promesa de esperanza.
Identifico el teatro como aquel lugar en el que todas esas sombras pueden convertirse en verdaderas. El teatro es el espacio y el tiempo en el que cada uno de nosotros podemos ser y sentir aquello que siempre soñamos; el "no lugar" en el que las más improbables yuxtaposiciones tienen la capacidad de tornarse verosímiles y devolvernos a ese mundo onírico que un día creamos.
Es la memoria con la melancolía, con el dolor, sobre un tiempo que fué un cúmulo de sueños, y su recuerdo la única esperanza de recuperarlo.